Descubrí por casualidad Reina de la elegancia: las 33 claves de toda mujer elegante. ¡No podía ser más diferente a lo que estaba leyendo esos últimos meses!; así que me lancé con él porque me apetecía un cambio, ligero y entretenido, que me enseñara algo nuevo y permitiera engañar a mi mente de todo lo que estaba sucediendo esos meses del fatídico, paranoico, extraño, desastroso, triste 2020.
Al principio de la lectura y en base a la portada, me imaginé que estaría dirigido a mujeres con alto poder adquisitivo que llevan una glamurosa vida social; de esas que no limpian los azulejos de la cocina, que tienen quien las maquille y las peine. Pero, ¿acaso ellas necesitarían leer este libro? Para serte sincera, en mi opinión, sí que a muchas les vendría bien pues, aunque tienen la posibilidad de contar con ayuda, poco caso les hacen y salen como salen de casa, en sus perfiles de Instagram, incluso en la prensa.
De todas formas, si tienes como yo una vida sencilla, no asistes a grandes fiestas (ni a pequeñas) o estrenos de películas, si no trabajas fuera de casa, si solo vas a la compra y a dar un paseo, tal y como está el mundo últimamente, leer Reina de la elegancia te puede animar a prepararte para esa corta escapada. Si encima de que salimos poco, lo hacemos con lo peor que tenemos en el armario, nos veremos descuidadas y se nos quitarán las ganas de todo. Intenta que te mire un tú bonito y te sonría.
Vas
a encontrar recomendaciones básicas que todas deberíamos saber. Por
supuesto, no es lo mismo trabajar en una actividad de cara al público
que en otro lugar en el que necesitamos uniforme. Pero tendrás que ir y
volver del trabajo, ¿no?
Para ilustrar lo que comento, tengo un ejemplo real.
En
2019, trabajé durante 3 meses en un organismo oficial. Mi puesto era de
lo que estudié y trabajé más de veinte años: Secretaria administrativa.
Me pilló desprevenida, así que compré algo de ropa de mi estilo,
teniendo en cuenta que, a lo largo del día, me verían muchísimas
personas. Resultó que tenía que cubrirme con una bata blanca, así que lo
único que podían verse eran mis zapatos, mis manos, mi cara y mi pelo.
Lógicamente me centré en esos cuatro elementos a los que añadí una
sonrisa sincera y mucha amabilidad.
De
todas las miles de personas que llegué a conocer en ese espacio
de tiempo, me quedé impresionada con una en concreto. Cada mañana veía a
una mujer de algo más de 40 años bajar del autobús con un aspecto
impecable. Mostraba un estilo propio, elegante, fresco (era verano),
boho-chic con mucha clase. Su pelo era rebelde, pero sabía cómo domarlo,
al igual que su maquillaje suave y efectivo. Un día, en un puesto nuevo
(vagué por varios despachos) la vi con el uniforme blanco impoluto:
pantalón, camisola y zuecos. No pude evitarlo y se lo comenté. Le dije
que la veía todas las mañanas y que me encantaba su estilo; que incluso
en uniforme me parecía una chica muy elegante. Ella lo sabía, se le
notaba en la cara esa seguridad de conocerse. La pregunta que no le hice
fue si lo hacía para ella o para que los demás se fijaran y la
admiraran. Bueno, supongo que un poco de cada. En definitiva, ella había
nacido con la cualidad de ser elegante, lo sabía y lo hacía bien.
Volviendo a Reina de la elegancia.
¿Se
nace con elegancia? ¿Se puede aprender a ser elegante? Creo que es una
cualidad medio medio en cualquier clase social y con todo tipo de poder
adquisitivo. Se nace con una predisposición a ser coqueta, elegante, con
inquietudes de mejora, con el gusto por saber. A medida que nos hacemos
adultas, vamos aprendiendo y necesitando todo o parte de lo que nos
cuenta Yolanda Pérez en su libro. Lo elegante e inteligente es saber qué
y cuándo, dónde y para qué; pero, sobre todo, que sea algo natural y no
impostado.
Habrá
personas que piensen que este es un libro superficial, clasista, que
ensalza la feminidad y deja a un lado a la persona. Bueno, pues para
ellas "la peseta", como se decía hace años y que significa que se les
"da la razón", la tengan o no, para zanjar una conversación que no iría a
ninguna parte.
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